16 may 2013

Un trocito de estrella



Aquella mañana Topi, el simpático topo pequeño, salió de su casa, como todos los días para ir al colegio. Por el camino se encontró con Rus, el precioso zorrito de cola roja y con el siempre sonriente conejito Muflet, que iban charlando animadamente.

Al día siguiente les daban las vacaciones de verano y todos estaban un poco nerviosos pero al mismo tiempo ilusionados.

Este era el último año que iban a la guardería de la Señorita Laura, una comadreja muy cariñosa y formal, que se había encargado hasta entonces de cuidarles y enseñarles muchas cosas útiles e interesantes.  Todos querían muchísimo a la señorita Laura.

Topi, les dijo a sus amigos: ¿por qué no le hacemos un regalo de despedida a la Señorita Laura?  Rus y Muflet estuvieron de acuerdo.  En cuanto llegaron al colegio se lo dijeron a sus amigos, la pequeña ardilla Nui y el veloz ratoncito Pirú.

 Topi dijo que a él se le había ocurrido que no podrían regalarle nada más bonito ni más brillante que una estrella del cielo. A todos les pareció muy buena idea.

Pero tenían un problema ¿Cómo iban a poder coger una estrella del cielo?

 Rus dijo que seguramente las estrellas estaban colgadas del cielo como las luces que ellos colocaban en los árboles para las fiestas del bosque. Así que, después de mucho pensar, decidieron que como Rus y Nui eran los que mejor trepaban, serían ellos los que subirían hasta la punta del árbol mas alto del bosque, el viejo roble oscuro. Los demás se quedarían abajo sujetando una gran sábana para que Rus y Nui pudieran dejar caer allí la estrella sin que se rompiera.

Esa misma noche, los cinco amigos se encaminaron hacia el viejo roble oscuro, con la sábana debajo del brazo. Al llegar allí, miraron hacia arriba y les dio un poco de miedo.

Desde abajo no podían ver la punta del árbol, pero Rus y Nui estaban acostumbrados a trepar a los árboles, aunque ninguno de los dos había subido nunca hasta la punta de aquel enorme y antiguo roble.

Subieron poco a poco; cada vez las vistas eran más bonitas; se veían las copas de otros árboles a la luz de la luna. Parecía un mar de algodón verde oscuro.

Después de trepar durante un buen rato, llegaron a la punta del viejo roble. La ardilla Nui, que estaba casi agotada, alargó la mano para coger aquella estrella tan brillante, pero el resplandor le nubló la vista y...¡zas!, se le resbaló una pata. Quiso agarrarse a las ramas, pero sin querer se agarró de la cola de Rus y los dos, con un susto enorme, empezaron a caer.

 Menos mal que las ramas eran muy tupidas. Fueron cayendo de rama en rama, intentando agarrarse sin conseguirlo, hasta caer en la sábana, que Topi, Muflet y Pirú, estaban sujetando. Con el golpe arrastraron a los demás y todos rodaron por el suelo.

Cuando por fin todo quedó en calma, los cinco amigos  empezaron a moverse.  Comprobaron que no les había pasado nada, aunque estaban llenos de arañazos y moratones.

Topi, que aún estaba tumbado en el suelo, vio algo que brillaba debajo de un hermoso  helecho, que había junto a su cabeza. Alargando la mano lo cogió. Parecía una piedra pero tenía un brillo especial.

A Topi se le ocurrió de repente. ¿No sería aquello un trocito de la punta de la estrella que Nui había querido coger?

Y dijo: ¡Mirad chicos!, no habéis conseguido coger la estrella pero, con el movimiento brusco de la caída, hemos conseguido un trocito de una de sus puntas.

Nui añadió:  yo he alargado la mano para coger la estrella, pero su luz me ha cegado, he  perdido el equilibrio y ya no sé qué ha pasado hasta que me he visto tumbado en el suelo.

Los cinco amigos estuvieron un buen rato admirando el trocito brillante de estrella como si fuera un gran tesoro. Después, Topi dijo: ¡No hemos podido coger la estrella entera, pero este trocito ya es un regalo precioso!

Lo metieron en una cajita que Pirú había traído de su casa y aunque era un poquito grande, porque era para guardar una estrella entera, pusieron unas hojas en el fondo de la caja y metieron el trocito que lucía de forma especial y maravillosa.

Al día siguiente era el último día de colegio. Los cinco amigos iban contentos y orgullosos con su regalo.

Cuando llegó la Señorita Laura, Topi se acercó a ella, le dio la cajita y le dijo: Este trocito de punta de estrella es el regalo más bonito que le hemos podido traer.

La Señorita Laura les preguntó con curiosidad cómo habían podido encontrar un trocito de punta de estrella y los cinco amigos le contaron su aventura.

La Señorita Laura tenía los ojos brillantes de la emoción, casi tan brillantes como las estrellas del cielo.

Cuando terminaron su historia, la Señorita Laura dijo que ella no podía asegurar que aquello fuera un trocito de punta de estrella, pero que para ella era el tesoro más precioso, que jamás nadie la había regalado.

Al final del día, cuando ya todos se iban a sus casas, se despidieron con muchos besos y abrazos y la Señorita Laura les dijo que siempre les llevaría en el corazón.



   

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