7 may 2013

La ironía del destino


En el momento en el que Berta Krupp estaba tomando el avión que le llevaría de Frankfurt a Madrid, Diego Ribas estaba haciendo su maleta con la intención de ir a pasar unos días a casa de una prima de su madre, Julia, que vivía en Almagro.  

Berta aterrizó en Madrid a las 12:30 y se apresuró a buscar una boca de metro para ir a la estación de autobuses a coger el de las 13:30 que iba hasta Almagro.

Una vez acomodada en el autobús, Berta sacó una carpeta de plástico donde llevaba muy bien guardada una carta, que había pertenecido a un antepasado suyo que se llamaba Markus Fugger. La carta estaba escrita en español, pero debía de tratarse de castellano antiguo porque Berta con sus conocimientos de español no era capaz ni siquiera de adivinar de que trataba la carta.

Diego, había cogido el autobús a las 9:30 de la mañana y ya se encontraba en casa de la prima Julia, instalándose en su habitación.  Diego había ido a Almagro con la idea de investigar sobre un antepasado suyo, pariente de su madre, que había estudiado leyes en el antiguo colegio universitario de Almagro, nuestra Señora del Rosario, en la que después incluso trabajo como profesor y que  Diego no sabía por qué, posteriormente, había vuelto a vivir a Madrid.

Diego quería ver con sus propios ojos el lugar donde había comenzado una larguísima saga familiar de abogados que aún hoy continuaba. Su madre había seguido la tradición y tenía un prestigioso bufete en Madrid. Por su parte, él había empezado este año a estudiar derecho.

Diego tenía la intención de conocer un poco mejor la historia de aquel colegio universitario cuya fundación se debe a Fernando Fernández de Córdoba y Mendoza, gran humanista del siglo XVI, que decidió fundar un monasterio bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. Carlos I permitió su fundación extramuros en 1536. Posteriormente consiguió la autorización para crear el Colegio Universitario que, comenzó su andadura, tras la muerte de Fernando Fernández de Córdoba en 1574 y su vida universitaria se desarrolló hasta 1824.   

Desde la ventana de su habitación Diego se dio cuenta de que llegaba a la plaza otro autobús que venía también de Madrid. Vio como se bajaban un grupo de personas, sin prestar demasiada atención.

Después de comer, Diego, que estaba impaciente por empezar su investigación, salió a la plaza, que eran donde vivían sus familiares y comenzó a andar calle arriba con la intención de dirigirse a la biblioteca municipal, a donde finalmente aquella tarde no llegaría.

Al dar la vuelta a una esquina y con el ímpetu con el que iba andando, se fue a chocar directamente con Berta, que venía caminando tranquilamente, tirándole al suelo todo lo que llevaba en las manos.

Diego vio que Berta se apuraba, pensando que algo de lo que se le había caído al suelo pudiera haberse estropeado. No sabía que hacer y para compensarle el mal rato, le invitó a tomar un café. Como había un bar justo allí al lado Berta aceptó pensando que así, después del susto se iría tranquilizando. 

A Diego le había picado la curiosidad, pensando de que trataría aquel documento tan importante para Berta.  Cuando ya se encontraba más tranquila, le contó que se trataba de un antiguó documentó familiar y que había viajado hasta allí con el fin de que alguien pudiera descifrárselo.

Esta historia, del antepasado alemán que en el s. XVI había a viajado hasta Almagro desde Nuremberg, para administrar parte de la herencia de su tío Antón Fugger, que también había viajado anteriormente hasta Almagro para apoyar al rey Carlos I  y para administrar el Maestrazgo, le pareció a Diego muy interesante.  Con tanto hablar, se les había pasado el tiempo y la biblioteca seguro que habría cerrado.

Diego y Berta quedaron a la mañana siguiente a la puerta de la Hospedería Valdeolivos, de la calle Dominicas, donde ella se alojaba y que quedaba relativamente cerca de la Plaza Mayor donde vivía la prima de la madre de Diego.

La mañana amaneció soleada y Diego y Berta fueron hasta la biblioteca dando un agradable paseo mientras charlaban animadamente.

Como a Diego le había parecido que la historia de Berta era mucho más interesante que la suya y además ella venía desde más lejos, decidieron investigar primero la historia de ella.

Por las fechas que venían en la carta y por los datos que encontraron en la biblioteca, no había sido Markus Fugger el primer Fugger que había venido a Almagro. Este había heredado la fortuna de su padre Antón Fugger que a su vez la heredó de un tío suyo, Jacob Fugger, que era en realidad el que había hecho la fortuna. Antón la administró bien y llegó a ser a mitad del s. XVI el hombre más rico del mundo. Markus había heredado todo, pero pedió gran parte de su fortuna  con la caída económica de la corona española.

Con la ayuda de Diego, Berta pudo descubrir que la carta trataba un tema personal, pero no pudo decirle mucho más. Consultaron al bibliotecario, por si sabía de alguien por allí cerca que pudiera ayudarles con el castellano antiguo y este les dio el nombre y el teléfono de un viejo profesor.

Diego llamo por teléfono al profesor Gonzalo Albarracín, que aunque no estuvo muy simpático, finalmente le dijo que podría recibirles en su casa a las cuatro de la tarde. El profesor vivía en Daimiel. 

Fueron en autobús y el trayecto duro aproximadamente una media hora. Durante el viaje disfrutaron del paisaje, pudieron ver alcornoques, encinas, a cebiches y olivillas.       








Cuando llegaron a Daimiel era un poco pronto. Almorzaron en un bar en el centro del pueblo y después se dirigieron a la dirección que el profesor le había dado a Diego por teléfono. 

El profesor Albarracín les recibió en su casa, era un viejo caserón, oscuro y poco acogedor. Este les dijo secamente que esperarán en una salita que había al lado de la entrada.

Al cabo de media hora, el profesor volvió con una traducción escrita de la carta, en una hoja de papel más bien oscuro y con una letra tan clásica que casi parecía el original.

Les dijo que no quería que le abonaran nada pero les rogó que no volvieran a molestarle, porque tenía mucho trabajo. Casi sin darse cuenta y con la traducción en la mano se encontraron otra vez en la calle.

Se sentaron en un banco a la sombra de unos árboles que encontraron en un pequeño jardíncillo y leyeron la traducción. Cual no fue su sorpresa, al ver que la carta era de Markus Fugger dirigiéndose a un profesor de la universidad, amenazándole de muerte, si no dejaba de molestar a su hija.

Los dos volvieron a Almagro un poco decepcionados.

La prima Julia les contó que allí siempre se había hablado de un asesinato muy sonado que se había producido, en la época en la que funcionaba el colegio universitario Nuestra Señora del Rosario, debido a algún asunto amoroso. Además, les dijo que, tal vez, la carta tuviera algo que ver con aquello.

Asimismo, les recomendó que fueran a hablar con Fermín, el sacristán de la iglesia de San Blas que, aunque no era muy mayor, le gustaba investigar las antiguas historias del pueblo y quizá supiera algo. Y así fue.

Finalmente, parece que el asunto había sido que la hija de Markus Fugger, Berta Fugger, se había enamorado locamente de un profesor del colegio universitario. Los Fugger no habían querido ni oír hablar del asunto, ya que esperaban poder realizar, para sus tres hijas, matrimonios que beneficiarán los intereses de la familia.

El profesor insistió tanto y la hija estaba tan enamorada que decidieron quitárselo de encima y pagaron a un bandido para que se deshiciera de él.

Con el fin de que la hija no se enterara del asunto la mandaron a Alemania con unos tíos de donde nunca volvió. El profesor, que se llamaba Diego de Padilla y era profesor de leyes, aunque sufrió el asalto del bandido, quedó malherido pero no murió. Cuando se recuperó, decidió abandonar Almagro y volverse a Madrid, donde rehizo su vida.

Diego y Berta se quedaron perplejos ante aquella situación. Todo parecía indicar que sus vidas habían estado unidas en un pasado lejano. Berta casi se sentía culpable por el intento de asesinato que había llevado a cabo su antiguo familiar. Aunque realmente se alegraba de que el profesor Diego de Padilla no hubiera muerto en el asalto. También se alegraba de que hubiera podido rehacer su vida y gracias a esto tenía delante de ella al sucesor de aquel profesor, que había enamorado a su antepasada Berta Fugger.

A los dos les costó volver a la realidad, sin quererlo habían solucionado las dos historias que les habían llevado a pasar allí parte de sus vacaciones.

Bueno, había  sido una historia del pasado, que como muchas otras tenía partes bonitas y otras oscuras y horribles. La historia había tenido un final no absolutamente feliz pero al menos no había terminado en tragedia. Prueba de ello es que siglos después los dos herederos de aquel suceso se encontraban de nuevo frente a frente en el mismo lugar. Ironías del destino ¿no?

Diego y Berta decidieron olvidarse un poco de toda aquella historia de banqueros alemanes, profesores universitarios, intereses económicos y asaltos de bandidos y pasar unos días de vacaciones, disfrutando como dos buenos amigos de aquel interesante lugar, cargado de otras muchas historias que también sería interesante recordar.

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