21 may 2013

Maurizio Battuta



Maurizio  Battuta en el Teatro Farnese


Maurizio Battuta era un director de orquesta italiano, mundialmente famoso.

Hasta aquel momento, sólo había actuado en los mejores teatros del mundo. Pero en aquellas fechas, iba a participar en unos conciertos benéficos que se iban a celebrar en el teatro Farnese de la ciudad de Parma.

Este era un antiguo teatro construido en 1628, que sólo había sido utilizado en dos ocasiones, por la dificultad arquitectónica que presentaba para poner en escena cualquier espectáculo. Después había sido abandonado hasta que en 1956 fue completamente reconstruido. Aunque, naturalmente, se habían conservado todas las partes antiguas que eran recuperables.

El festival iba a durar una semana, aunque Maurizio solo actuaría tres días.

Para qué pudiera descansar, le habían preparado un camerino, que estaba bastante destartalado, aunque a Maurizio le pareció muy acogedor.

El primer día, llegó una hora antes del concierto. Le gustaba estar tranquilo antes de las actuaciones para poder concentrarse. Sin pensarlo, se sentó delante de un espejo y bebió unos sorbitos de un gran vaso de agua fresca que le habían dejado encima de la mesita.

Al mirarse en el espejo, le llamó la atención algo que vio reflejado. Era un paisaje campestre en el que se veían unas tiendas de campaña, que parecían las típicas tiendas de los indios que aparecen en las películas.

Pensó que sería el reflejo del cuadro que había colgado a su espalda y no se dio la vuelta para comprobarlo, ni le dio ninguna importancia.

Maurizio, decidió tumbarse un rato en el diván que le habían instalado en el camerino para que pudiera descansar y estuvo así, en un extraño duermevela, durante casi media hora.  Después volvió a sentarse en la silla para mirar las partituras de la obra que iban a interpretar.

Al cabo de un rato, levanto la vista y al mirar al espejo se dio cuenta de que aquello que media hora antes le habían parecido tiendas indias, no eran sino pagodas chinas.

Maurizio, en aquel momento, se puso a pensar en la diferencia tan grande que había entre las melodías, bastante primitivas, de los indios americanos y los sonidos orientales, mucho más sofisticados.

También pensaba en lo curioso que era que, en todas las civilizaciones se había utilizado la música con diferentes fines. Desde siglos atrás, la música, había acompañado a los juegos infantiles. Con cancioncitas que contaban pequeñas historias de la tradición popular.

Asimismo, en todas las épocas se habían compuesto piezas exclusivamente de estudio.



Además, cada país con el paso de los años, había ido creando su propia música. Algunas de estas músicas han traspasado fronteras y se han convertido en clásicos de la música universal como el Jazz, los espirituales negros o la música jamaicana.

Sin más y al cabo de un rato, Maurizio Battuta estaba, otra vez, enfrascado en su partitura.

El concierto fue un éxito. Maurizio volvió a su camerino, para cambiarse de ropa, beber un poco de agua, que aún se conservaba fresca y volver al hotel.

Al llegar al hotel se encontraba tan cansado que, a pesar de que aún era pronto y de que solía ser habitualmente trasnochador, se metió sin cenar, directamente en la cama.

Durmió fatal. Dio mil vueltas y soñó cosas extrañísimas.

Repentinamente, se encontró, en una antigua iglesia escuchando música de órgano, cuando la música cesó, con gran asombro, vio como por la escalera del coro de la iglesia, bajaba el señor Bach con su gran peluca blanca, este le saludó brevemente y sin más, salió por la puerta de la iglesia.

No había duda de que aquel era Bach. Era inconfundible. Maurizio había visto innumerables veces su retrato y  la música que había interpretado, también sin dudarlo, era su  Minueto 114.

Maurizio, se despertó sudando, pero todo el cuerpo le pesaba muchísimo y en un momento volvió a quedarse dormido.

Esta vez, estaba en el jardín de un palacio y la gente aparecía vestida como de finales del XVIII. Por todo el jardín se expandía el sonido de un cuarteto de cuerda que sonaba extraordinariamente bien. Maurizio se acercó al cuarteto para verlo de cerca. No podía creer lo que veían sus ojos. Joseph Haydn, tocaba la viola, Mozart y Beethoven tocaban el violín y el otro músico le pareció Luigi Boccherini con su violonchelo. Estuvo un buen rato allí parado escuchándolos, embobado. No salía de su asombro, miraba a uno y a otro con el corazón latiendole a mil por hora.

Maurizio siguió andando por el jardín, y a medida que se iba acercando al palacete el ambiente parecía volverse de la Viena romántica y comenzó a escuchar un vals.

Al entrar en el palacete la música se transformó y llegaron a sus oídos los compases de la obra postromántica "Sinfonia del Nuevo Mundo" de Dvorak. Aunque el sonido le llegaba difusamente, como si llevara tapones en lo oídos, consiguió llevarle hasta un estado de placidez.

La parte final de la noche Maurizio, descansó mejor y por la mañana no recordaba más que deforma confusa, aquellos  extraños sueños...

Cuando se levantó, no se encontraba muy bien, estaba cansado y tenía la boca seca. Pero poco a poco se fue encontrando mejor. Por la mañana aprovechó para dar un paseo por las calles de Parma.  A la hora de comer, entró en una pequeña trattoria donde comió unos exquisitos spagetti con queso, naturalmente, parmesano. A Maurizio le llamo la atención, que la música que se escuchaba en la trattoria no era la típica italiana, sino francesa. Escucho algunos fragmentos de la ópera "Carmen" de Bizet y el Can can de Offenbach.

A primera hora de la tarde, aprovechó para visitar algunos lugares de interés como la magnífica catedral románica y el Teatro Regio, donde una pequeña orquesta estaba ensayando una obra de Stravinsky y otras piezas contemporáneas.

Después de descansar un rato en el hotel, Maurizio se dirigió al teatro, entro en su camerino, con la intención de repasar la partitura de la obra que iban a interpretar, se sentó en la mesita frente al espejo y bebió unos sorbitos del agua fresca que siempre le dejaban preparada. Después pensó ¿Qué tendría aquel espejo que cada día  parecía reflejar una imagen diferente? Era uno de esos antiguos espejos de Murano, en los que la luna y el marco son de espejo y tienen siempre extraños reflejos.

El primer día le pareció ver, primero unas tiendas indias, después unas pagodas y ahora el reflejo parecía unos sombreros mejicanos flotando sobre las olas del mar. ¡Qué cosa tan extraña!

Pensó mirar al cuadro de la pared de enfrente del espejo, para ver realmente lo que tenía pintado, pero le había entrado tanto sueño, que se tumbó en el diván para dormir un rato.

Al despertarse, estaba un poco mareado, pero era ya casi la hora de la función. Cuando Maurizio salió al escenario y se colocó en su tarima, todas las luces del teatro empezaron a girar a su alrededor, lo veía todo borroso y finalmente...nada.  Maurizio se había desmayado ante los ojos de todo el público en el escenario.  Resultó una escena muy teatral.  Alguien de entré el público, que era médico, subió al escenario.  Examinó a Maurizio y llamó a una ambulancia que le trasladó al hospital.

En el hospital le examinaron y no le encontraron nada de particular.  El médico tenía la idea de que a Maurizio le habían dado algún alucinógeno, pero no había ni rastro del mismo. Le tuvieron dos días en observación y al no descubrir nada raro le dieron el alta.

Maurizio se comprometió a actuar en la gala final del festival, en compensación de los conciertos que no había podido dirigir a causa de su desmayo.  A todo el mundo le pareció una idea estupenda. Además decidió cambiar el programa y hacer una gala alegre con música de películas, que todo el mundo conociera.

El día de la gala, llevado por la curiosidad, al entrar en el camerino, quiso mirar al cuadro que debía estar colgado en la pared opuesta al espejo para ver lo que había pintado en él, pero... allí no había ningún cuadro. Quizá alguien se lo habría llevado en su ausencia.  También pidió a un empleado del teatro que le trajeran por favor el gran vaso de agua que siempre le habían dejado encima de la mesa, pero allí, nadie sabía nada del vaso y además... siempre que alguien solicitaba agua le traían una botellín.

Maurizio nunca llegó a saber lo que le había provocado el desmayo, no supo si la explicación estuvo en el vaso de agua o en el espejo de Murano.

Aquella noche, el concierto fue espectacular.  El público disfruto muchísimo y Maurizio se quedo tan fascinado con aquel espectacular teatro que prometió volver al año próximo.






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